La Zona Arqueológica se ubica en el sector más elevado de la ladera occidental del Valle de Icod, en el lugar conocido como Los Castañeros. Se trata de un gran apilamiento de coladas basálticas y traquibasálticas intercaladas por mantos de tobas y piroclastos, correspondientes a la Serie II. El conjunto de cuevas se abre en un nivel de tobas volcánicas de diversas tonalidades, entre los 475 y los 480 m.s.n.m., situado bajo una potente colada basáltica que culmina la ladera. La vegetación del lugar se caracteriza por su exuberancia y es la propia de transición entre el piso basal y el piso montano, con abundancia de especies como el incienso (Artemisia thuscula), vinagrera (Rumex lunaria), tabaiba amarga (Euphorbia obtusifolia), faya (Myrica faya), etc.; acompañadas de zarzas, tuneras y otras especies introducidas. Uno de los aspectos más destacables del espacio estudiado es el de las dificultades de acceso y tránsito por el mismo, debido a la fuerte pendiente del terreno y a la abundante vegetación que lo recubre.
El conjunto arqueológico está integrado por una serie de yacimientos que forman un complejo interrelacionado, en el que se incluye la Cueva de Don Gaspar -propiamente dicha-, la Cueva de las Palomas, así como tres cuevas muy próximas, aunque situadas a menor altitud. La Cueva de Don Gaspar, con una orientación hacia el este, presenta una amplia boca de 9,20 m de ancho y 3,45 m de alto, con una profundidad máxima de 10,40 m y una altura comprendida entre los 4,60-3,50 m. Se trata de una cavidad con buenas condiciones de habitabilidad, que fue excavada en julio de 1977 bajo la dirección de M.C. del Arco Aguilar, obteniéndose un importante registro arqueológico. Su potencia estratigráfica alcanzó los 1,33 m, distinguiéndose tres niveles de ocupación, el más antiguo de los cuales ofreció una cronología del siglo III d. C.
La Cueva de las Palomas constituye una prolongación de la anterior y su boca, orientada al noroeste, presenta una altura de 1,50 m y una anchura de 4,50 m. Sus dimensiones son inferiores a la Cueva de Don Gaspar: 1,65 m de alto, 4 m de profundidad y 5,50 m de anchura. Excavada durante la década de los 80 (1986 y 1988), se detectó un único nivel de ocupación prehistórico con un registro arqueológico similar a aquélla, aunque con una cronología aún más antigua: siglo III a. C.
Entre los materiales recuperados en las labores de excavación de ambas cuevas destaca la abundancia de material cerámico de diversa tipología y factura; material lítico sobre basalto y obsidiana, además de un fragmento de molino circular; adornos y cuentas realizadas en barro cocido, hueso y concha; abundantes restos de fauna terrestre y marina (carpidos, suidos, cánidos, félidos, spáridos, patélidos y otras especies malacológicas); así como restos vegetales -en forma de semillas carbonizadas- de trigo, cebada y habas.
La cueva número 3, sin una denominación específica, se sitúa en las proximidades de las dos anteriores y al igual que ellas debió tener una función habitacional. Sus dimensiones son algo menores, con una boca de 1,10 m de altura y 2,5 m de anchura, apreciándose material arqueológico en superficie. Este yacimiento no ha sido aún estudiado.
Las cuevas números 4 y 5 son oquedades de dimensiones reducidas, cuya funcionalidad es más discutible. El conjunto arqueológico se completa con un antiguo naciente, que desempeñaría un papel esencial en la ocupación y explotación de este territorio, así como con dos hornos de tejas, relativamente modernos, situados a una cota inferior (415 m). Se trata de dos oquedades excavadas en un manto de toba, una de las cuales presenta un pilar que divide la entrada. En su interior y en el contorno de la boca se aprecian los signos del proceso de cocción, revelados por la rubefacción de los materiales tobáceos, así como restos de las tejas fabricadas en el lugar. Por su valor etnográfico y por su proximidad al asentamiento aborigen, se incluyen en la Zona Arqueológica.